HIPNOTERAPIA
Una Psicoterapia Alternativa
La hipnoterapia es una psicoterapia que cambia las actitudes con ayuda de la sugestión y del trance hipnótico con los que el psicoterapeuta puede corregir hábitos de conducta y mejorar trastornos físicos y psicológicos.
¿Qué es la hipnoterapia como psicoterapia?
La hipnosis es un estado temporal de la conciencia situado entre la vigilia y el sueño, muy parecido al que ocurre espontáneamente en el sonambulismo o al soñar despierto, pero provocado de manera artificial por medio de la sugestión. Si la técnica se emplea con fines curativos, se denomina hipnoterapia.
Al igual que el sonámbulo, la persona hipnotizada puede realizar ciertas tareas con eficiencia, evitar los peligros, ejecutar instrucciones y hablar con suficiente lucidez, pero hay algo que sólo ocurre en el trance hipnótico: el individuo deja en manos del hipnotizador una parte de su voluntad y del dominio que normalmente ejerce sobre sí mismo.
El terapeuta aprovecha esa circunstancia para producir cambios físicos y mentales: curar determinados padecimientos, provocar relajación, aliviar el dolor y ayudar a evocar acontecimientos del pasado que puedan influir en los problemas presentes de la persona.
La palabra “hipnosis” (derivada del griego hypnos, “sueño”) fue usada por primera vez en 1843 por James Braid (hacia 1795-1860), cirujano escocés que revivió el uso del mesmerismo para suprimir el dolor físico durante sus operaciones. Casi simultáneamente, en Calcuta, James Esdaile (1808-1859) recurrió al mismo método con fines idénticos. La práctica de ambos médicos contravenía la doctrina oficial, que más de 60 años antes había condenado el mesmerismo.
Aunque la eficacia del hipnotismo para suprimir el dolor resultó evidente, la técnica volvió a proscribirse, esta vez debido al surgimiento del éter, el cloroformo y otros anestésicos de efecto rápido y seguro. Todavía a principios de nuestro siglo, la medicina ortodoxa hizo una nueva revisión del hipnotismo, tan sólo para desaprobarlo una vez más; de hecho, su empleo apenas se ha generalizado en los últimos 50 años. Actualmente, los hipnoterapeutas consideran que el trance hipnótico favorece la curación al permitir que la mente y el cuerpo alcancen un estado de relajación imposible de conseguir en el estado de plena conciencia. Desde luego, la curación no se realiza por arte de magia, sino que supone el esfuerzo conjunto de terapeuta y paciente.
Utilidad de la hipnoterapia como psicoterapia y tratamiento psicológico
La hipnoterapia ha demostrado su eficacia en el tratamiento de enfermedades de la piel, migraña, úlceras pépticas, síndrome de colon irritable y otros padecimientos físicos relacionados con la ansiedad, el estrés y la histeria, así como para combatir el asma, el insomnio y las fobias, aliviar el dolor y facilitar el parto. Por otra parte, la hipnoterapia ayuda al paciente a adquirir confianza en sí mismo al superar en retrospectiva experiencias de su vida pasada, lo que puede contribuir a resolver sus dificultades presentes y a abandonar hábitos perjudiciales como el tabaquismo y otras formas de adicción.
¿Cómo es una consulta de hipnoterapia como psicoterapia y tratamiento psicológico?
El requisito indispensable de todo hipnoterapeuta es una buena preparación. También conviene que el paciente pida referencias. El terapeuta debe inspirar absoluta confianza, porque en el curso del tratamiento habrá que hablar sin reservas sobre los asuntos íntimos que se relacionen con el padecimiento, y porque el estado hipnótico supone dejar momentáneamente una parte del propio dominio en manos del hipnotizador.
Los procedimientos utilizados varían de un terapeuta a otro. En general, la primera entrevista se dedica a elaborar la historia clínica del paciente. El terapeuta le explicará cómo transcurrirán las siguientes sesiones y le pedirá su participación para determinar el objetivo del tratamiento: no es probable que en esa ocasión lo hipnotice, pero sí que efectúe pruebas para conocer su susceptibilidad al estado hipnótico.
Este último se producirá en entrevistas sucesivas, mientras el paciente se encuentra cómodamente sentado o acostado, con la mirada fija en cierto objeto luminoso o llamativo, y escuchando la repetición monótona de palabras o ademanes encaminados a relajarlo.
La sensación que se experimenta durante la hipnosis se asemeja a la de un sueño ligero. Mientras el paciente se halla en ese estado, el terapeuta lo guía para que analice sus problemas desde un punto de vista distinto, aclare su conducta pasada y adquiera mayor control sobre sus acciones futuras. La duración total de cada sesión oscila entre 30 y 60 minutos.
En raras ocasiones, el paciente puede pasar de la hipnosis al sueño natural, lo que no indica sino que estaba cansado y necesitaba dormir. Es infundado el temor de quedar hipnotizado o bajo el dominio del psicoterapeuta por tiempo indefinido; el propósito del tratamiento no es controlar al paciente, sino todo lo contrario: devolverle un control cuya pérdida ha ocasionado un trastorno emocional o psicosomático.
Muchos psicoterapeutas instruyen a sus pacientes en la práctica del autohipnotismo una vez que les dan de alta, lo que resulta particularmente útil en el caso del asma, el insomnio y otros trastornos recurrentes. Para ello se prescriben generalmente ejercicios diarios de media hora de duración, a veces con ayuda de una grabación proporcionada por el terapeuta.
El punto de vista ortodoxo sobre el tratamiento psicológico de la hipnoterapia
Aunque todavía no se dispone de una explicación científica convincente sobre la naturaleza exacta del estado hipnótico, la ciencia reconoce la eficacia de la hipnoterapia para aliviar ciertos tipos de dolor, tratar enfermedades psicosomáticas y combatir numerosos padecimientos causados por el estrés y la ansiedad, una vez que éstos se han diagnosticado debidamente.
Está demostrado que la evocación de acontecimientos pasados durante la hipnosis produce las mismas reacciones fisiológicas (ritmo cardiaco, actividad cerebral, etc.) que la persona probablemente tuvo al vivir dichos acontecimientos. Las personas hipnotizadas que evocan su primera infancia presentan, además, un reflejo exclusivo de los recién nacidos: doblan los dedos de los pies hacia arriba al oprimirles las plantas (a partir de los seis meses de edad, los dedos se doblan hacia abajo).
Pese a las pruebas anteriores, algunos escépticos arguyen que la hipnosis no existe en realidad, y que el singular comportamiento de la persona “hipnotizada” podría explicarse simplemente como una inhibición momentánea de la noción de la realidad circundante, con el predominio de la introspección y la imaginación. Por consiguiente, el estado “hipnótico” permite que surjan y se desarrollen ciertos pensamientos que la autocrítica propia del estado de alerta normalmente rechaza.
Apunte sobre el Mesmerismo
La hipnoterapia tiene al parecer siglos de existencia como práctica curativa de muchos pueblos, incluyendo la antigua Grecia. Sin embargo, el hipnotismo tal como lo conocemos en los países de Occidente no comenzaría su azarosa historia hasta los tiempos del médico austriaco Franz Anton Mesmer (1734-1815).
Al estudiar el magnetismo, Mesmer se convenció de que se trataba de un flujo invisible que corría a través de todos los seres del universo conectando unos a otros, y de que la enfermedad no era sino consecuencia de su desequilibrio concluyó así que, con ayuda de unos imanes podría restablecer el equilibrio y sanar a los enfermos. Los éxitos que obtuvo con la aplicación del magnetismo animal, como llamó a su teoría, lo hicieron célebre entre la alta sociedad vienesa de su tiempo. No obstante algunos fracasos le valieron la condena de la Universidad de Viena y en 1778 tuvo que instalarse en París.
Allí volvió a rodearse de adeptos influyentes que acudían con entusiasmo a presenciar sus demostraciones. Los pacientes se apiñaban para tocar una tina de agua con limaduras de hierro mientras cierta música suave y una luz tenue los incitaban al trance hipnótico luego valiéndose de una varilla de hierro, Mesmer les dirigía su influjo magnético. Las investigaciones modernas indican que las curaciones así logradas se debían sobre todo a la atractiva personalidad del médico y a su extraordinaria capacidad para sugestionar a la gente.
Los médicos formales franceses se resintieron de la fama de Mesmer; tras someterlo a una averiguación que no halló ninguna explicación científica para sus métodos, acabaron por tildarlo de charlatán. Con el tiempo, su doctrina, conocida como mesmerismo, quedó relegada al olvido.