EL PSICOANÁLISIS
Una psicoterapia para el equilibrio emocional y el bienestar
El psicoanálisis es una psicoterapia que utilizan los psicoanalistas para ayudarnos a superar nuestros conflictos inconscientes y a resolver los problemas que dañan nuestro equilibrio emocional y bienestar.
¿Qué es el psicoanálisis como psicoterapia y tratamiento psicológico?
El psicoanálisis es la ciencia del inconsciente: hay cosas que suceden en el sujeto sin que él sepa nada de ellas. Estos procesos no son azarosos, están sometidos a unas leyes.
La peculiaridad del psicoanálisis es que desvela al paciente conflictos inconscientes que éste desconoce y es incapaz de descubrir por sí mismo pero que están marcando su vida. El psicoanálisis ayuda al individuo a dar con los cambios que debe aplicar en su vida para resolver los problemas que dañan su equilibrio emocional y bienestar. Pero, además de un método terapéutico, el psicoanálisis es una teoría que explica la conducta humana recurriendo a la investigación de los procesos mentales inconscientes.
Las técnicas del psicoanálisis fueron desarrolladas por el psiconeurólogo Sigmund Freud, que descubrió la existencia de procesos psíquicos inconscientes que se rigen por leyes distintas que las de los procesos conscientes. Freud comprendió que si una persona era capaz de admitir sus conflictos inconscientes podían desaparecer los síntomas que perjudicaban su bienestar psicológico, pero también observó que era difícil conseguirlo, ya que el paciente oponía resistencias. De ahí la necesidad de crear un dispositivo para vencer esos frenos.
Para el psicoanálisis, un síntoma es el dato que revela que algo no marcha bien. A partir de esos síntomas y de las interpretaciones facilitadas por el terapeuta, el individuo comienza a descubrirse, a conciliarse consigo mismo y a dar con las claves que le permitirán configurar mejor su personalidad. Según la teoría psicoanalítica, descubrir lo inconsciente alivia los síntomas y permite un cambio profundo en la persona, que descubre que ha estado llevando una vida alejada de sus necesidades, objetivos, deseos o preferencias, y le ayuda a tomar decisiones orientadas a que su vida que se acerque más a ellos.
El psicoanálisis concede gran importancia a cómo cada persona satisface sus deseos. El deseo es el impulso para iniciar nuestras acciones. Si es satisfecho, proporciona bienestar. Pero si los deseos no son realizados, pueden aparecer los traumas. Según el psicoanálisis nuestro inconsciente ignora esas frustraciones causadas por los deseos no conseguidos, ya que no hacerlo nos produciría una angustia permanente. Freud denominó "represión" a esa barrera protectora. Si esa represión tiene éxito, no recordaremos lo que produjo el trauma y no podremos defendernos de los síntomas que genera. Lo que hace el psicoanálisis es precisamente eso: descubrir al paciente no sólo sus traumas sino también las razones de la represión y de otros mecanismos de defensa que impiden que afloren esos traumas. Después, y ya de modo consciente, deberá elaborar conductas que le permitan eliminar los síntomas (fobias, ansiedad, depresión...) que le condujeron hasta la consulta.
Utilidad del psicoanálisis como psicoterapia y tratamiento psicológico
Como cualquier otro sistema terapéutico, el psicoanálisis es bueno en la medida en que resulta útil a quien recurre a él. El psicoanalista no tiene por qué ser la última opción, tras el fracaso con el psiquiatra o el psicólogo convencional. Cuando el sufrimiento emocional nos impida llevar a una vida normal, podemos acudir directamente al psicoanalista.
¿Es imprescindible conocer las causas profundas de nuestro malestar para solucionar el problema, o es mejor encontrarnos primero bien y después buscar las causas? Este es un viejo debate. Hay quien piensa que lo más práctico es solucionar los síntomas graves, y ya más optimistas y asentados, buscar las causas a través del psicoanálisis.
En principio, podríamos decir que llega una persona que está sufriendo, que no sabe por qué le suceden las cosas que le suceden, que ha intentado todo tipo de explicaciones y de cambios y, sin embargo, hay "algo" que se presenta como ingobernable a toda voluntad haciéndole tropezar una y otra vez, aparentemente, con el mismo obstáculo.
¿Cómo es una consulta del psicoanalista?
Hay un condicionante que marcará el éxito o fracaso de esta terapia: que la persona esté dispuesta a analizar su mundo interior desvelando a un perfecto desconocido sus recuerdos, complejos, frustraciones y sentimientos más íntimos y personales. La confianza en el psicoanalista es imprescindible, por ello conviene que dediquemos tiempo a elegirlo bien. Informémonos sobre su prestigio profesional y sus métodos. Pero una vez en el diván, hemos de dejar a un lado los recelos, y mostrarnos abiertos a una terapia que investiga en nuestro inconsciente y puede desvelar traumas, errores y obsesiones del pasado que hemos reprimido y olvidado, ya por pragmatismo ya porque no les concedimos la importancia que ejercen en nosotros.
El psicoanalista nos escuchará para valorar si este es el tipo de intervención que procede aplicar. En las sesiones, normalmente de una hora y una vez a la semana, el cliente dice todo lo que le viene a la cabeza. El especialista (dotado de capacidad técnica y personal para que los datos inconscientes afloren a la conciencia del paciente) anota esas informaciones y elabora un plan de trabajo. El cliente, tras conocer las causas ocultas origen del problema, interviene en su proceso de recuperación. Otras teorías, como la conductista, no creen en la "caja negra" de nuestro pasado y buscan los resultados terapéuticos a partir del presente y de lo consciente.
En el psicoanálisis se descubren y se trabajan estructuras psicológicas inconscientes que nos estaban haciendo daño. A partir de ahí, comienza un proceso de reconstrucción de la personalidad. El paciente es el protagonista de su propio proceso y debe convertirse en el dueño de la situación terapéutica. El psicoanálisis conlleva riesgos, los mismos que si cuando derribamos una casa para levantar otra, nos quedamos a medias y sólo tenemos un montón de escombros a partir de los cuales no podemos construir nada. De ahí la importancia de tomarnos en serio el proceso. Quedarnos a medias puede resultar contraproducente, pero si nos sentimos muy desconcertados, lo mejor es abandonar la terapia.
En las sesiones se trabaja con material sensible: recuerdos arrinconados, dramas sólo aparentemente superados, obsesiones y complejos, relaciones familiares frustrantes, traumas de la infancia... Mentalicémonos de que pueden producirse situaciones duras y dolorosas. Colaboremos sin recelos ni miedos, seamos sinceros y honestos. Necesitamos contar, y contarnos, cosas ciertas.
La extracción de informaciones (que hemos reprimido) sobre nuestro pasado puede aliviarnos, proporcionarnos paz interior y ayudarnos a comprender ciertos pasajes de nuestra vida y problemas del presente. No nos impacientemos. A veces, el proceso es lento. En las primeras sesiones se avanza mucho, incluso se disfruta, porque se descubren traumas escondidos pero admisibles. Ahora bien, no debemos conformarnos con eso: solucionar los problemas exige profundizar más y, quizá, rescatar y abordar recuerdos o traumas de los que preferiríamos no hablar.